De tomate de árbol a tamarillo
El tomate de árbol o tamarillo se
conoce en pocos países. Y aunque muchos le digan el “fruto perdido de los incas”,
de perdido no tiene nada. En Ecuador, se da muy bien y es típico en su cocina.
Aunque procede de los Andes y las
Antillas, hoy se cultiva también en Brasil, Colombia, Kenia, California,
Sudáfrica, la India, Nueva Zelanda y Hawaii. Se parece mucho al tomate de pera,
pero es un poco más pequeño. Su piel fina y amarga no es comestible, pero sí
sus semillas y pulpa agridulce. Su aroma te recuerda al tomate maduro, los
verás rojos o amarillos tirando a naranjas pero cuanto más amarillo, más dulce
su sabor.
En el mercado, elige los aromáticos
y duros, de piel brillante y lisa. En casa, una vez madurados a temperatura
ambiente, refrigéralos no más de 5 días. Aunque con suerte se consiguen congelados,
no hay nada mejor que su estado fresco.
Los puedes saborear como fruta
fresca, con un poco de azúcar y una cuchara, como hacen en Nueva Zelanda. En
salsas dulces y postres como en Colombia y en compotas, mermeladas y salsas
para carnes, pescados o para empanadas como en Quito. Ellos hacen un “sofrito”
digamos que estilo chimichurri para agregárselo a empanadas y al bolón de verde
(parecido al mofongo).
Agrégalo a ensaladas de frutas o de verduras, como sustituto del tomate o hasta
en jugos en la mañana. Pero ojo, no lo cortes sobre superficies absorbentes
porque su jugo tiñe.
En Nueva Zelanda hacen una salsa
agridulce típica que se sirve con frecuencia en lugar del kétchup. Y en Hawaii
les encanta, tienen muchas recetas de salsas y curry, ¡y hasta arroz de
tamarillo hacen!
Sus propiedades te dejarán
boquiabierta. Dicen que fortalece la vista, las defensas, el cerebro y la
memoria, reduce las migrañas, el colesterol y la hipertensión. Es antioxidante
y tiene pocas calorías y mucha fibra.
En Nueva Zelanda le cambiaron el
nombre en 1967, de tomate de árbol a tamarillo, para evitar la confusión con el
tomate.
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