sábado, 6 de abril de 2013


La historia del bacalao

 
 

En sus inicios, al bacalao se le veía como un alimento para pobres y su introducción en la dieta alimenticia de España y Portugal estuvo mayormente ligada a obligaciones religiosas.

En la Edad Media, la Iglesia comenzó a establecer la imposición de abstenerse de comer carne en la época de Cuaresma y todos los viernes del año. Esto llevó a aumentar, en gran medida, el consumo de bacalao y del pescado conocido como arenque.

Durante varios siglos, la Cuaresma se representaba con la imagen de una anciana con siete pies, correspondientes a las semanas que duraba el periodo de ayuno. En una de sus manos llevaba un cayado de peregrino o una sartén. En la otra, sujetaba un bacalao. Esta imagen era popular también en los escaparates de comercios donde se vendía este pescado. El propósito era recordar la prohibición canónica de la carne. En cualquiera de los casos, la imagen era quemada el Domingo de Pascua.

Eventualmente, esta tradición quedó en el olvido, mas no así la de seguir disfrutando de los encantos de este manjar.

Además de su sabor, el consumo de bacalao provee diversas ventajas nutritivas. Es muy rico en vitaminas A y D. Contiene calcio, potasio y magnesio Provee también vitaminas B y C. Es rico en yodo

El bacalao es un pez que abunda en aguas lejanas y muy frías. Por eso es típico de países cercanos al Polo Norte. Por lo general, esta especie vive cerca del fondo, a profundidades entre 180 y 600 metros.

Aunque es de tamaño mediano, el bacalao suele llegar a medir hasta casi dos metros. Su aspecto varía de color gris verdoso a castaño negruzco.

Se le considera un depredador voraz. Y se alimenta, entre otros, de anguilas, arenques, moluscos y de peces que, como él, habitan en las profundidades del mar.

En Puerto Rico, el bacalao fresco se consigue sin cabeza, contrario a otros pescados como el mero y el salmón, que pueden consumirse enteros.

Para desalarlo, sumérgelo en abundante agua fría, consérvalo en la nevera y cambia el agua cada seis horas durante 24 horas (dependiendo del espesor del pescado).

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