lunes, 8 de agosto de 2011

Ortorexia: cuando querer comer demasiado bien en realidad está mal


No, no es ni un trabalenguas ni un error de texto. Verás por qué. Si bien lo ideal es comer de manera saludable y elegir alimentos de buena calidad, todos los extremos son malos. Algunas personas se toman esto tan en serio que se pasan de la raya y lo convierten en una obsesión que los médicos han acordado en denominar ortorexia, un nombre raro que hasta puede resultar gracioso, pero que se refiere a un trastorno de salud que no tiene nada de chiste.

Hace tiempo que Clara no va a un restaurante y mucho menos a una fiesta. Y no es que le falten oportunidades y ocasiones para celebrar. Es que le preocupa enfermarse con lo que coma en esos lugares. Prefiere entonces quedarse en casa. El suyo es un caso típico de “ortorexia” también llamado “ortorexia nerviosa”, un término que proviene de dos palabras griegas “orthos”, que significa recto o correcto, y “orexis”, que significa apetito. Se refiere a quienes son demasiado exigentes con los alimentos y la preparación de los platos, obsesionándose hasta tal punto por comer comida sana, sin grasas y sin azúcares, que paradójicamente convierten una buena intención en un problema de salud.
¿Cómo es tu dieta, cuánto tiempo pasas pensando en la alimentación y preparando tus comidas? Las personas con ortorexia, que se estima alcanzan al 28 por ciento de la población occidental, preparan con varios días de anticipación lo que van a comer y hasta pueden ser incapaces de ir a cenar fuera por miedo a las grasas, la sal, el azúcar o al ingrediente que quieran evitar. Se preocupan tanto por su dieta que para ellos, hasta ir a una fiesta, puede convertirse en una pesadilla.

Así, la ortorexia es un trastorno de la alimentación, al igual que la bulimia (que es cuando la persona come y luego se induce el vómito para eliminar lo que comió) y la anorexia nerviosa (en la cual la persona directamente se priva de comer). Se diferencia de éstas porque mientras que los anoréxicos y los bulímicos se preocupan por la cantidad de comida que consumen, los ortoréxicos se obsesionan con la calidad de los alimentos.
Algunos de los síntomas principales de la ortorexia nerviosa son:
  • Preocupación excesiva por la calidad de los alimentos.
  • Autolimitación de los alimentos que se consumen (se evita el consumo de carne roja, huevos, azúcares, productos lácteos y grasas).
  • Dedicar varias horas al día (tres o más) a organizar y planear su dieta.
  • Desplazarse grandes distancias para conseguir alimentos especiales o puramente ecológicos.
  • Imposibilidad de que la persona vaya a comer o disfrute una comida fuera de su casa.
  • Aislamiento social, debido a que el tener que asistir a una reunión entre los amigos o una comida empresarial con un grupo que no tenga las mismas costumbres alimenticias puede volverse una preocupación.
Otra característica que suelen tener quienes sufren este trastorno es que, para seguir un régimen tan estricto, utilizan una gran fuerza de voluntad, lo que hace que se consideren superiores a las personas que no son capaces de semejante autocontrol. Sin embargo, cuando no pueden resistirse y se dejan llevar por la tentación frente a los alimentos que consideran prohibidos, se sienten tan culpables que se auto-castigan con reglas en su dieta aun más exigentes y hasta con abstinencia.
Cuando se llega a este punto, llevar una dieta tan excesivamente controlada y estricta se convierte, justamente, en un peligro para la salud. Y los riesgos no son pocos. Por ejemplo, las personas con ortorexia pueden presentar un exceso o deficiencia de vitaminas, carencia de calcio o hierro, menos masa corporal de la que se considera saludable, presión baja y problemas cardiovasculares.
Recuerda que en cuestión de nutrición y de alimentación, es importante mantener el equilibrio entre tus gustos y tus satisfacciones y la calidad de lo que comes. Si es malo comer comida chatarra y en cantidades desenfrenadas, es peor retirar de la mesa otros factores como gozar de platillos deliciosos y del placer de la buena compañía de nuestros seres queridos y aislarnos. El precio a pagar por esta obsesión es demasiado alto: una vida solitaria y además, poco saludable. ¿Verdad que no vale la pena?

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